Relatado por el historiador Dr. Julio César Ruiz que generosamente nos diera este resumen de su autoría, el día 05 de febrero de 2005 al conmemorarse el centenario, luego de pronunciar su discurso.
La Revolución de 1905
Hipólito Yrigoyen llamó los "30 años seculares" al período de la historia Argentina que va desde 1890 hasta 1916.
El primer tramo de éste período abarca desde la fundación de la Unión Cívica Radical hasta la disgregación de 1897, y la característica principal impresa a la acción desarrollada por esos años, es la Intransigencia con que debió preservarse el núcleo más radical de la fuerza. El segundo va desde los primeros síntomas de reagrupamiento del radicalismo en 1902 hasta los sucesos revolucionarios de 1905; y el signo que lo preside es la Revolución.
El último llega hasta la ley electoral, antes de cuya sanción, la Unión Cívica Radical continuó recogida en austera abstención. "Como en un trípode, en tres principios fundamentales se sustenta la Unión Cívica Radical: la Revolución, la Intransigencia y la Abstención. Son tres principios que integran una sola doctrina: la de la reparación fundamental", ha escrito Horacio Oyhanarte, uno de los primeros teorizadores de la doctrina radical.
En 1891, se acercaba la época de elecciones presidenciales. Se reúne en Rosario una Convención Nacional de la Unión Cívica, produciéndose la división del nuevo partido en dos sectores netamente diferenciados : los seguidores de Mitre, partidarios de acordar con el Régimen, una nueva candidatura política, para que nada cambie, solo los hombres. Esta fracción adopta el nombre de Unión Cívica Nacional.
El sector opuesto al acuerdo con el gobierno estaba encabezado por Alem y su sobrino, Hipólito Yrigoyen y, ante la falta de garantías sobre la libertad del voto, deciden no participar en elecciones (abstención revolucionaria) hasta tanto no cambie el sistema y darse el nombre Unión Cívica Radical. Durante los dos años siguientes, Yrigoyen se dedicó a organizar pueblo por pueblo la Provincia de Buenos Aires, estableciendo un sistema de comunicaciones directas con cada caudillo local, lo que le permitía impartir instrucciones o recibir novedades de todo el distrito en poco tiempo. La causa de esta organización era simple: armar un movimiento revolucionario para derrocar al Régimen. En 1893 estalla una revolución radical en la Provincia de Bs. As. que fue derrotada.
De hecho, el movimiento armado, sincronizadamente realizado, permitió tomar la casa de Gobierno con varias columnas procedentes en tren desde distintos puntos de la provincia y colocar un gobernador radical con el auspicio del entonces Ministro de Guerra de la Nación, Aristóbulo del Valle.
Pocos meses después, estalla una revolución de carácter nacional organizada por la U.C.R. que tiene su epicentro en las ciudades de Rosario, Córdoba , Tucumán y Buenos Aires. Por primera vez, para identificarse de los oficialistas, se enarbola en Rosario la Bandera Roja y Blanca, que a la postre sería la bandera del partido Radical. La revolución fue derrotada y se le atribuyó a Yrigoyen la causa de esta derrota por no haber volcado totalmente la provincia en favor de ella, sólo algunos partidarios de Alem movieron algunos pueblos de la provincia en favor de esta revolución.
El 26 de julio de 1903, en un nuevo aniversario de la revolución del parque (1890) se reunieron en Buenos Aires, dirigentes radicales de todo el país, realizando una manifestación conmemorativa que congregó alrededor de 50.000 personas.
Con motivo de las elecciones presidenciales de 1904, la UCR mantuvo la abstención revolucionaria a la vez que en un manifiesto, dejó abierto el camino de la revolución armada para derrocar al Régimen afirmando "su propósito inquebrantable de perseverar en la lucha hasta modificar radicalmente esta situación anormal y de fuerza, por los medios que su patriotismo le inspire"
El manifiesto del 29 de febrero de 1904 dejó sentado, a las claras, que una revolución radical era inminente, de tal forma que hasta el dirigente conservador -y gobernador de Buenos Aires- Marcelino Ugarte puso "desinteresadamente a su disposición las fuerzas armadas de la provincia para destruir así, la influencia despótica del general Roca"
Por supuesto que Yrigoyen no aceptó este ofrecimiento, porque deseaba que el movimiento fuera íntegramente radical, su pensamiento ya le había sido expuesto al mismo Roque Sáenz Peña : "advierta, Sáenz Peña, que ustedes son la razón de ser de nosotros, no es posible reposar con los mismos factores que han puesto al país en la necesidad de recurrir a la revolución".
La revolución estaba en marcha: Yrigoyen vendió la Estancia de La Toma en San Luis y otros inmuebles, para sufragar los gastos revolucionarios. Entrevistó a jefes militares, civiles y policiales comprometiéndolos en el golpe y a mediados de 1904, ya tenía puesta la fecha: el 10 de septiembre los radicales se alzarían simultáneamente en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Bahía Blanca y Mendoza.
Cuenta el que luego fuera el General Francisco Reynolds, que "los rumores y las publicaciones periodísticas llegaban al interior de los cuarteles… en el cuartel se comentaban estas informaciones procedentes de distintos lugares. Algunos oficiales permanecían ajenos, otros tocaban el tema sin tomar partido y los menos —entre ellos yo— discutíamos nuestras propias ideas y simpatías por los grandes líderes rebeldes de la época y sus principios"
Al descubrirse y arrestarse a algunos complotados (como el jefe de guardia cárceles de la Provincia de Buenos Aires —comandante Argañaraz— y el subsecretario de Guerra —coronel Mateo Ruiz— la Junta Revolucionaria postergó el estallido para el 4 de febrero de 1905.
En la Capital Federal, el movimiento fracasó a pesar que los revolucionarios tomaron algunas comisarías y formaron cantones en distintos puntos de la ciudad: los radicales no pudieron tomar el Arsenal de Guerra, por lo tanto el final del movimiento estaba asegurado de antemano.
En Córdoba, mientras tanto, el movimiento había triunfado para el mediodía del 4 de febrero, aunque aislado no subsistiría mucho. En Rosario, mientras tanto, se alzaron los regimientos 3° de Artillería y 9° de infantería que se mantuvieron en lucha hasta las cinco de la tarde del 4 de febrero, cuando tomaron conocimiento del fracaso del movimiento en Buenos Aires y se retiraron de la lucha.
En Bahía Blanca, el mayor Aníbal Villamayor junto a un grupo de dirigentes radicales (algunos venidos de Buenos Aires, como el Dr. Valentín Vergara, Arturo M. Reynoso, Alejandro Witcomb, Agustín Rocca, Luis Roque Gondra, Alejandro Moreno, Inocencio Arroyo, Pedro M. Quijano, Aurelio Roig, German Kurt y Cornelio Baca, y otros de Bahía Blanca), logró sublevar parte de los regimientos 2° y 6° de infantería, a los que se sumaron civiles y un destacamento de custodia en Ingeniero White totalizando no más de doscientos hombres. A las 6 de la mañana del 4 de febrero, embarcaron en un tren del ferrocarril del Sud, con destino a la Capital Federal, siendo su objetivo, el de colaborar con las tropas que debían tomar el Arsenal de Guerra a cuyo fin se dirigirían por la vía de General Lamadrid.
Las fuerzas policiales y leales al gobierno, sin presentar combate dado lo poderoso de la columna revolucionaria, hacen volar las vías para dificultar el avance por lo que los revolucionarios deben desviar su curso desde Pigüé hacia el empalme Saavedra —Guaminí, que les permitiría avanzar por Bolívar hacia Empalme Lobos o seguir por el Oeste a Trenque Lauquen y aproximarse a las vías del Once. Así llegaron a la estación de Pirovano...
El ferrocarril había llegado a la ciudad de San Carlos de Bolívar en 1898 y hacia 1901 se construyeron las estaciones de Ibarra, Urdampilleta y Pirovano. Para 1905 la pequeña estación de Pirovano estaba rodeada de algunas casas y contaba con un almacén de ramos generales , una herrería, una panadería, un hospedaje, un hotel y una carnicería.
El movimiento revolucionario no había tenido eco generalizado en Bolívar pero a pesar de ello, algunos vecinos se acercaron a la estación al recibir noticias del arribo del tren revolucionario, para plegarse a la columna.
Los revolucionarios al mando del Mayor Aníbal Villamayor y los oficiales Arazandi, Montero, Vernard y Montes de Oca se detienen en la pequeña estación de Pirovano el 5 de febrero, en las primeras horas de la mañana y comienzan a dialogar con las autoridades revolucionarias civiles a efectos de establecer el camino a seguir.
Ya habían tomado conocimiento del fracaso del movimiento en la Capital Federal y que, a su vez se acercaba por tren desde Temperley, una columna del gobierno superior en hombres y armamentos, incluido un cañón Krupp al mando de los coroneles Alejandro Mombello (proveniente de Capital Federal) y Federico Cevallos (procedente de La Plata).
Por tal razón ya se sabía que se podía continuar avanzando luchando contra adversarios superiores, sin posibilidades de triunfo (como continuaron haciendo los revolucionarios de Córdoba hasta el día 7) replegarse a sus unidades en Bahía Blanca y en este caso ser tomados prisioneros y sometidos a Consejo de Guerra o huir. Asimismo se planteaba en ese momento en qué situación quedarían los civiles ante cualquiera de las opciones.
En horas de la mañana de ese 5 de febrero, el Mayor Villamayor y un trompa de órdenes salieron de recorrida por la zona a buscar caballos para una posible huida.
Mientras los oficiales Montero y Vernard preparaban sus tropas para una eventual defensa y el resto de los oficiales y vecinos estaban en la estación reunidos (unos cuarenta en total), fueron atacados sin previo aviso por los soldados y suboficiales de la columna revolucionaria, que se sublevaron al mando de los suboficiales Tomás Pedernera (sargento del 6°) Sinesio Heredia (sargento del 6°), Melitón Peralta (sargento del 2°) y Luis Chaves (cabo del 2°) dándoles muerte a ellos y a varios civiles.
La rebelión de estos suboficiales se produjo cuando se enteraron sobre las noticias del destino de la revolución en Buenos Aires y el contenido de las conversaciones sostenidas por las autoridades revolucionarias en la estación, y tratando de mejorar su suerte, pretendieron convertirse al oficialismo nuevamente. En el momento en que los oficiales Montero y Vernard ordenaron el despliegue en guerrillas para hacer frente a las tropas que venían de Buenos Aires, un grupo de soldados que había quedado en un tinglado encabezados por el sargento Heredia hizo fuego contra los miembros de la Junta que estaban en el anden.
En el mismo instante los soldados desplegados en guerrilla, hicieron fuego contra los oficiales Montero y Vernard quienes cayeron heridos. La soldadesca enardecida los ultimó en el suelo a bayonetazos.
Las investigaciones posteriores demostraron que el ataque se produjo sin previo aviso ya que estaban convencidos de que los jefes revolucionarios iban a continuar la lucha contra las tropas del tren que venía desde Temperley y que del mismo no participaron más que unos 20 soldados sobre un total de 200.
Luego del ataque a mansalva a las oficinas de la estación y sus alrededores, la soldadesca se dedicó al pillaje del comercio del lugar y algunas viviendas. Cuenta Luis Catuogno que "Heredia marchó a parlamentar con Zeballos, ofreciéndoles la rendición de los amotinados. Al preguntarle por los jefes, manifestó (Heredia) que el jefe era él, pues de los demás ya habían dado cuenta sus soldados.
El aspecto que presentaba la estación era horroroso...los cadáveres de los ciudadanos estaban dispersos pero en sitios próximos al andén. En éste y sobre la vía veíanse dos grandes charcos de sangre. Las paredes de la estación, hacia la parte donde se encontraba la junta, fueron acribilladas de balas de Mauser a la altura de un hombre".
Muchos revolucionarios huyeron a través de los sembrados, otros fueron perseguidos y muertos al ser alcanzados, unos cuantos huyeron hacia Pehuajó. Villamayor y el trompa de órdenes que lo acompañaba, se entregaron a la Policía de 25 de Mayo. Pocos sobrevivientes —montados de a dos, llegaron hasta el paraje Miramar (partido de Bolívar) y fueron ayudados a ocultarse y luego a escapar, por vecinos del lugar, algunos de cuyos descendientes —ya septuagenarios— se vanaglorian de ser radicales "desde la Revolución del 5".
Según D. Jacinto Manieri, "la nómina de los muertos es la siguiente Subteniente Hipólito Veniard, teniente Alejandro Montero, Teniente Jose M. Bello y civiles : German Kuhur (fotógrafo fundador de la Sociedad Argentina de aficionados y agrimensor que diseñó la ciudad de Lomas de Zamora) , Cornelio Baca (primo del anterior) Inocencio Arroyo, Agustín Baca, Alejandro Moreno ( estanciero de la zona bahiense), Agustín Rocca, Esteban Tullo (capataz de la cuadrilla del ferrocarril de Daireaux que iba en el tren con los revolucionarios) Martín Mortezareno, y los soldados Carabajal y Miguel Marticoni". Otros muertos anónimos, en total de ocho, descansan en una tumba en el cementerio local.
La masacre y persecución que siguió a este hecho, se extendió por varios kilómetros y sus víctimas, constituyeron el —bautismo de fuego del Hospital de Bolívar, que aún no había sido inaugurado: heridos de todo tipo se agolpaban en los pasillos recién construidos mientras las hermanas de caridad y enfermeros, trataban de aliviar las heridas. Otros, que tuvieron menos suerte, quedaron tirados en los patios de la Municipalidad de Bolívar hasta que murieron y, para escarmiento —por orden de algún jefe policial cuyo nombre no registra la historia —quedaron hasta que comenzaron a hincharse con el calor.
Entre los que se salvaron figuraba el Dr. Valentín Vergara (quien luego fuera gobernador de la Provincia de Buenos Aires) que logró salvarse escondiéndose debajo del cadáver de German Kuhur, el capitán Arazandi, el capitán Alberto Uthinger y el subteniente Aníbal Montes de Oca ( malherido), quienes huyeron a caballo a poco de iniciarse el tiroteo.
El 8 de febrero de 1905, el gobierno controló la situación en todo el país. Los principales cabecillas de la revolución fueron a dar con sus huesos al barco Santa Cruz, mientras que los militares detenidos fueron procesados rápidamente, condenados y remitidos a Usuahia en el buque "Patria".
La revista "Caras y Caretas" del 18 de febrero comentaba " no quedan sino los procesos militares y civiles y el eco de una convulsión...Pero todo esto no es sino una burbuja en el inmenso mar de la historia argentina, en la historia de este pueblo que vive a saltos y donde un suceso borra la memoria de otro..."1
En el juzgamiento de los hechos de Pirovano intervino el Consejo de Guerra de Capital Federal, con jurisdicción en la 1°, 2° y 3° Región Militar (Bahía Blanca, Capital Federal y Campo de Mayo respectivamente) presidido por el general de Brigada Alejandro Montes de Oca. Este Consejo citó y emplazó el 22 de febrero de 1905 a 30 oficiales (entre los cuales se encontraban el capitán Alberto Arazandi y el subteniente Aníbal Montes de Oca) para que se presentaran a responder en la causa que se les seguía por abandono de destino. Ninguno de estos oficiales se presentaron por lo que, mediante el Boletín Militar fueron dados de baja y declarados rebeldes de acuerdo a los artículos 175 inc. 1° y 177 del Código de Justicia Militar.
El Consejo mientras tanto, trabajó rápidamente con los oficiales que habían sido detenidos y el 22 de febrero había decretado bajas y destituciones de los 36 oficiales sometidos a causa militar, solo 5 sufrieron condena de prisión, de ellos, 4 pertenecían a la 1ª Región Militar de Bahía Blanca y de allí, 3 estuvieron en la trágica jornada de Pirovano: El mayor Aníbal Villamayor del reg. de Infantería 6 fue condenado por el delito de rebelión, con agravantes, a la pena de 8 años de presidio y destitución. El teniente Eduardo Gibelli (Regimiento 6) fue condenado a 5 años de prisión. El subteniente Horacio Guillermon (regimiento 6) fue condenado a 3 años de prisión.
El capitán Alberto Arazandi (Reg. de Infantería 6) y subteniente Montes de Oca no se conoce que se les haya dado la baja o sufrido condena, presumiblemente “ayudados” por un tío del segundo de ellos ( el Dr. Manuel Montes de Oca), que poco tiempo después fue nombrado Ministro del Interior. Los suboficiales que produjeron la matanza y los pillajes, inmediatamente detenidos por la columna procedente de Temperley y fueron sometidos a la justicia militar y a la justicia civil siendo condenados a prisión no comprendidos en la amnistía de 1906. Trece unidades militares quedaron disueltas por haberse plegado a la revolución y sus estandartes - como castigo - quedaron archivados sin honor, en el Arsenal de Guerra.
La revolución costó sesenta muertos (según “Roberto Echeparedorda ascendieron a poco más de cien), de los cuales no menos de dieciocho cayeron en Pirovano, además de casi 150 heridos (según Echeparedorba poco más de doscientos), de los cuales cerca de 35 fueron atendidos en el Hospital de Bolívar, procedentes de Pirovano.
Unos meses después de la Revolución, la "Asociación Mayo”, inició un movimiento de opinión en pro de la amnistía de los revolucionarios. La Unión Cívica Radical no hizo ninguna gestión oficial, pero Yrigoyen movilizó todas sus influencias para que aquéllos jóvenes pudieran rehacer sus vidas. Hubo que esperar a que el presidente Manuel Quintana muriera para que la iniciativa prosperara. Al fallecimiento de éste, Figueroa Alcorta que lo sustituyó, vio en esta medida una forma de ganarse la simpatía popular y rápidamente promulgó la ley 4939 por la cual se incorporaba a todos los militares dados de baja con motivos de la revolución de 1905, a excepción de los que “formaban parte de las fuerzas que produjeron los sucesos de Pirovano, hasta tanto los tribunales civiles resuelvan definitivamente la causa”.
Durante el debate de esta ley, sobresalió el discurso de Pellegrini (quien poco tiempo después fallecería) al hacer un “mea culpa” público del Régimen cuando reflexionaba en la Cámara delante de sus atónitos pares: “...mañana vendrá a esta cámara una ley de perdón. Nosotros la vamos a discutir y la vamos a tratar. ¿y si alguno de los amnistiados nos preguntara quién perdona a quién? ¿el victimario a la víctima o la víctima al victimario? ¿es el que usurpa el derecho del pueblo o es el pueblo que se levanta en su defensa? ¿cuál será la autoridad que podríamos invocar para dar estas leyes de perdón, para hacer estos actos de magnanimidad, de generosidad?” ( 8 de junio de 1906) y agregaba posteriormente (el 11 de junio) “solo habrá ley de olvido, solo habrá ley de paz, el día en que todos los argentinos tengamos igualdad de derechos, el día en que no se coloque en la dolorosa disyuntiva de renunciar a su calidad de ciudadanos o de apelar a las armas para reivindicar a los despojados...”
Después de un año pudieron retornar los revolucionarios. El 8 de julio de 1906 debía arribar al país el núcleo más numerosos de exiliados. El Radicalismo decidió darle un carácter nacional a la recepción a la vez que hacer coincidir el momento con el reinicio de la labor proselitista y reorganizativa del partido.
Después de ser recibidos por una delegación del Comité Nacional fueron al encuentro de los saludos de la manifestación radical que se había reunido en lo que era una clara demostración de confianza, fuerza y orgullo.
Al día siguiente, el 9 de julio, se reunió el Comité Nacional de la Unión Cívica Radical. El cuerpo resolvió, como primera, aprobar lo actuado por la mesa directiva en referencia al mandato revolucionario que se le había impartido dos años atrás. Luego decidió la reorganización del partido en todo el país y el comienzo de una amplia campaña de proselitismo y esclarecimiento popular. En agosto de 1906 la justicia ordinaria exculpó a Villamayor2, Arazandi, Guillermon y Gibelli, de los homicidios y robos cometidos en la localidad de Pirovano, en ocasión del movimiento revolucionario, por lo que "en vista de que no resulta responsabilidad criminal alguna sobre los homicidios y robos perpetrados en la estación Pirovano”, el Presidente de la República reincorporó a dichos oficiales en cumplimiento de la ley 4939 del 13 de junio de 1906.
La era de Julio A. Roca tocaba a su fin: en marzo de 1906 una alianza de partidarios de Pellegrini y republicanos triunfa en la Capital Federal por sobre la lista oficialista.
Figueroa Alcorta se propuso liquidar definitivamente la influencia del ex-presidente. Para ello, no bien asumió la primera magistratura, se rodeo de elementos que respondían a Pellegrini y, no obstante la muerte de éste, comenzó una persecución implacable de “roquistas”. El ocaso de Roca no le significó al país un mejoramiento de las prácticas cívicas ni de su estado general, dado que sólo se sustituyó el personalismo “roquista” por otro plagado con sus mismos vicios y corrupción.
Así fue gobernando Figueroa Alcorta. Vano fue el intento que personalmente hizo Yrigoyen en 1907 y 1908, en sendas entrevistas mantenidas con aquél, para decidirlo a brindar comicios honorables y garantidos. Aunque el régimen aparentaba estar tan sólido como siempre, en realidad, atravesaba ya sus últimas etapas y acusaba signos de debilidad y decadencia.
Esa debilidad se manifestaba en lo interno y llevaba al Gobierno a fraguar conflictos exteriores, para distraer la atención de los problemas sociales acuciantes y unificar el frente interno en su torno.
Así, desde 1908, el Dr. Estanislao Zeballos, agitó al país en una campaña pro-armamentista, ante supuestas amenazas bélicas del Brasil. En 1908 también, Figueroa Alcorta clausuró dictatorialmente el Congreso ante la posibilidad de que le incoaran juicio político. Poco después intervino Córdoba con métodos poco menos que de fuerza.
Por esa época, la protesta obrera se intensificó y con ello, la represión adquirió características brutales, logrando de ese modo que los sectores sociales en pugna enconaran aún más sus posiciones. Hacia 1910, las fiestas del Centenario, con sus exhibiciones de progreso material, no lograban esconder el descontento social latente.
Las manifestaciones de descontento social eran reprimidas brutalmente. Era éste un último esfuerzo por lograr el control de un poder cada vez mas esquivo. La hegemonía con que había gobernado la oligarquía desde 1880, era ya imposible de mantener. No podía el régimen continuar gobernando. Era un sistema anacrónico que había que sustituir....No hicieron falta más revoluciones de los radicales , víctima de su propia corrupción interna, el Régimen cayó en 1916 por aplicación de la Ley Sáenz Peña.
Aún hoy, la estación del Ferrocarril Pirovano, muestra las huellas de los balazos de los fusiles, como mudo homenaje a los muertos de la "Revolución del 5" y testimonio de la barbarie.
"Todo es historia" N° 214 " a 80 años de la revolución radical de 1905" Gabriela Beamonde.
El coronel Villamayor, había participado en la Revolución de 90, siendo subteniente. Cuando asumió Hipólito Yrigoyen la Presidencia de la Nación, fue designado jefe del regimiento 1 de “Patricios”. El golpe del 30 lo rebajó al grado de Mayor, por decreto de marzo de 1931. Murió en Curuzú Cuatiá (Corrientes) asesinado por los hombres del Régimen mientras conspiraba para realizar una revolución armada contra éste (la que luego se realizaría en Paso de los Libres, en 1933)